Lo sorprendente aquí es que Wang Huning claramente proviene de una sociedad del Tercer Mundo. Estamos, fíjense, en 1988. Intenta ofrecer una explicación objetiva, pero es evidente que para él todas estas tecnologías, a esta escala, eran casi ciencia ficción. China solía ser muy pobre.
Él ya sabía lo que tendrían que hacer, por supuesto. Es un testimonio de la gran confianza que tiene en la civilización china el que, tras ser sorprendido por «tarjetas» y «computadoras», esté lanzando estas pistas.


