Los contratos inteligentes convierten las promesas en programas. Convierten el lenguaje legal en código autoejecutable que hace cumplir las condiciones de la promesa. El código es de código abierto y su comportamiento puede ser verificado por cualquier persona en una milésima parte del tiempo y el coste que implicaría hacer cumplir un contrato legal tradicional. El único propósito de las cadenas de bloques es facilitar la cooperación entre desconocidos que no confían entre sí. Lo consiguen creando un espacio neutral donde las reglas son transparentes, verificables y de aplicación automática. Esto reduce directamente el riesgo de contraparte: 1. Las garantías que normalmente serían invisibles y accesibles solo a través de costosos medios legales ahora se encuentran de forma transparente en la cadena. 2. Cuando las condiciones de la promesa lo justifiquen, dicha garantía estará disponible de forma inmediata y programática. Eso marca la diferencia. Sin blockchains, el costo del recurso es un millón de veces mayor de lo necesario. Y si el recurso cuesta más de lo que se reclama, entonces no hay recurso alguno. La publicación de @pujaohlhaver combina dos problemas diferentes: el riesgo de ejecución (¿pagarán?) y el riesgo crediticio (¿pueden pagar?). Los contratos inteligentes abordan el primero por completo, y a medida que más activos del mundo se mueven en cadena, también abordarán el segundo.
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