El poder relativo del armamento defensivo dictaba que era necesaria una ventaja numérica de 3:1 (a veces 4:1) para forzar un avance, una ventaja que el oponente podía fácilmente anular trayendo refuerzos por ferrocarril desde áreas no amenazadas del frente.
El resultado es la infame picadora de carne, y lo que en retrospectiva parece ser una pérdida de vidas sin sentido. En un sentido local, ningún tomador de decisiones podría evitar individualmente la matanza continua.