La respuesta es muy sencilla, y por eso el AK sigue siendo popular: como arma personal de combate, la fiabilidad lo es todo. Tiene que hacer lo esperado, y de la forma esperada, siempre. Infinita vida útil.
Cuantos más extras se añadan a estas armas por motivos de ergonomía, coste o letalidad, siempre se paga un precio en términos de fiabilidad. Por esta razón, la transición a la óptica electrónica fue reciente. La tecnología no solo tenía que cumplir, sino que todos debían confiar en ella.
Si intentaras enviarme, a un desconocido, a una batalla con un rifle superrápido con giroscopios, puntería digital, etc., esperaría morir y, en su lugar, te rogaría por un AK o un AR (de fabricación reciente y de calidad). No es un juego y la tolerancia al fracaso es cero.