Es interesante cómo, a lo largo de los siglos, China fue erosionando el papel de la aristocracia, al tiempo que mantenía la autocracia imperial que gobernaba a la sociedad civil. En Occidente y en Japón, la aristocracia y la realeza se entrelazaron hasta el límite de su relevancia.
No digo que este sea el arreglo óptimo. Claro que no todos los emperadores son buenos. Ni siquiera todos los buenos emperadores pueden ser buenos gestores de crisis. El problema de la sucesión es un caos. Pero los buenos emperadores pueden gestionar problemas de coordinación catastróficos, y esa es su ventaja.