Poder preservar y legar la riqueza a las futuras generaciones es de suma importancia. Mis bisabuelos viajaron al Lejano Oriente ruso con la esperanza de tener su propia tierra para cultivar. En varias ocasiones, el gobierno (los bolcheviques y posteriormente los soviéticos) les arrebató todo lo que habían conseguido. Mi padre, ingeniero, logró ganarse la vida como ingeniero eléctrico altamente especializado durante la breve y relativamente libre era postsoviética. En mi infancia, éramos pobres (no teníamos teléfono fijo, ni coche, teníamos cabras para obtener leche, un retrete exterior, etc.). Soy la primera generación que ha podido superar, aunque sea mínimamente, esa situación y brindarle a mi hijo experiencias decentes y un nivel de vida superior a la media. Las desigualdades son abismales. Es pura suerte que algunos lugares gocen de estabilidad económica y respeto a los derechos humanos, mientras que otros simplemente carecen de ellos. Pienso en ello a diario mientras sigo trabajando la tierra para mantener a mi familia y a mí.
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