Parece ser que estudiar mucho y cultivar el carácter puede aumentar la suerte o, dicho de otro modo, aumentar la probabilidad de éxito. En los últimos días, he llevado a mi hijo a algunas actividades extraescolares y, al observar la forma en que hablan y se comportan los niños mayores, puedo imaginar el potencial que tienen estos niños en el futuro. Algunos niños son maduros, serenos, educados y con buenos modales; otros niños mueven la cabeza de un lado a otro; y otros niños gritan y vociferan, profiriendo vulgaridades. Recordando mi época de estudiante, mis compañeros eran iguales: ya visualizaban el futuro a diez o incluso veinte años vista durante su adolescencia. Tras superar numerosas pruebas de selección, la mayoría acabaron relegados a los últimos puestos. Existe otra situación en la que un pequeño grupo de personas, educadas y de buenos modales, se ven obligadas, por alguna razón desconocida, a interrumpir sus estudios y permanecer en la base de la sociedad. No logran adaptarse a la lógica de supervivencia de la clase baja y se encuentran indefensas ante esta difícil situación, que resulta muy dolorosa.
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