La mayoría de las técnicas y algoritmos que utilizamos hoy en día surgieron de perspectivas individuales, de personas que encuadraban los problemas desde su propio punto de vista. Algunos de esos enfoques se convirtieron en estándares de la industria, con sus defectos incluidos. Ese es el precio a pagar: lo que funciona se acepta, aunque sea incompleto. Cambiar un paradigma requiere más que un algoritmo mejor; exige la voluntad de ver las cosas de otra manera. Hace décadas, una sola mente divergente podría haber tomado un camino alternativo, uno que podría habernos llevado a un lugar mucho mejor, o quizás mucho peor. El progreso se basa en la experiencia. Cada avance es una rama de un árbol que podría haberse bifurcado en otro lugar. Las matemáticas y los algoritmos que usamos hoy no son la verdad absoluta, sino simplemente las respuestas más útiles que hemos aceptado hasta ahora.
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