Pienso en esta cita constantemente (al menos un par de veces por semana): “Disculpen la carta tan larga, no tuve tiempo de escribir una corta.” Supuestamente es obra del polímata francés Blaise Pascal, pero también se le atribuye erróneamente a Mark Twain y otros. Obviamente se trata de una broma ingeniosa y paradójica. Claro que escribir una carta larga y detallada requiere más esfuerzo, ¿verdad? Y sin embargo, hay algo muy profundo en ello, especialmente en la actual economía de la atención, particularmente ahora que los másteres en Derecho han hecho prácticamente gratuita la creación de grandes cantidades de textos extensos. La capacidad de condensar ideas en pequeñas dosis de comprensión comunicada con el máximo poder evocador es la nueva moneda de cambio. La forma de lograrlo parece ser aprovechar las analogías que permitan al lector basarse en el conocimiento y la comprensión existentes, adquiridos con esfuerzo, sobre un tema. He descubierto que mis publicaciones técnicas largas que mejor funcionan suelen ser aquellas que relacionan algo nuevo con algo antiguo, o quizás establecen una conexión o analogía entre diferentes ámbitos para elucidar un punto sutil. Sospecho que la razón por la que esto funciona tan bien es que, en primer lugar, los humanos somos perezosos por naturaleza, y el pensamiento complejo requiere esfuerzo. Por lo tanto, tendemos a aprovechar nuestros conocimientos e intuición ya adquiridos, sobre todo si nos costó años de esfuerzo acumularlos en la escuela y el trabajo. La segunda es que nuestros cerebros son literalmente asociativos en su esencia misma. Las cosas están conectadas entre sí y las neuronas que se activan juntas, se conectan entre sí (es decir, aprendizaje hebbiano). Por eso, nos resulta sumamente placentero y satisfactorio cuando tenemos un momento de comprensión instantánea y podemos encajar alguna unidad de información o conocimiento nuevo en un compartimento cognitivo existente y conectarlos.
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