La superinteligencia no es una amenaza. La complacencia sí. Tenemos toda la historia de la humanidad como punto de partida. La caída de Roma no se debió a la superioridad intelectual de los bárbaros, sino a la complacencia. La mano de obra esclava barata hizo que los romanos fueran indiferentes a los beneficios de las innovaciones que ahorraban trabajo. La esencia de la cultura romana se había erosionado mucho antes del colapso del imperio. No debemos temer el desarrollo de la superinteligencia. Lo que sí debemos temer es nuestra propia incapacidad para utilizarla en beneficio de toda la humanidad, para mejorar la vida de tantas personas como sea posible gracias a su desarrollo. Este compromiso de encontrar situaciones beneficiosas para todos —aprovechar la libre competencia política y económica para alinear los incentivos individuales en torno a ellas— es lo que ha hecho grande a Estados Unidos.
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