En la década pasada, para engañar a los inversores de capital riesgo había que prometer algo bueno, como revolucionar los análisis de sangre o frenar el calentamiento global. Ahora la estrategia consiste en prometer algo intrínsecamente malvado, como corromper a la juventud o crear simulacros profanos de los muertos. Da que pensar.
Creo que el mundo de 2015 es mejor.
Desde la ignorancia, prefiero vivir en un mundo donde la gente se siente presionada a aparentar que hace el bien.