Mi hijo llegó a casa con su boletín de calificaciones de preescolar; lo leí y me emocioné mucho. Mi esposo lo leyó y quedó perplejo. Lo leí y me centré en las frases que realmente importan: “Él sobresale rápidamente en todas sus tareas de matemáticas y ha dominado los conceptos matemáticos y de lectura presentados”. Mi marido se centró en la página completa adicional sobre el tema del “desarrollo socioemocional” y pareció confundido todo el tiempo. “¿Qué significa todo esto?” —Nada —dije—. No le hagas caso. Y esa misma noche le explicamos a nuestro hijo la lección que le servirá para toda la vida: “La gente tolerará muchas cosas si eres excelente en matemáticas. Eres muy bueno en matemáticas. Estamos orgullosos de ti”. Y eso fue todo. Hoy se están viralizando muchas publicaciones importantes sobre la tragedia que sufren los jóvenes. Combatir los sistemas que buscan destruir su naturaleza comienza en el hogar y desde temprana edad. No me preocupa el “desarrollo socioemocional” de mis hijos porque sé qué valores les estamos inculcando. Enseñarles lo que de verdad importa empieza con papá y mamá. La familia puede ser un respiro de tanto sinsentido. Requiere vigilancia constante, pero es el primer paso para prepararlos para la locura del exterior.
Por cierto, nos encanta el colegio católico de nuestros hijos y sus profesores. El estado exige estas evaluaciones, lo cual nos enseña otra lección: nunca se puede uno desvincular completamente del sistema, pero sí se puede centrar en lo que de verdad importa.