Imagínate esto: «Neurovision» es un concurso musical global donde cada artista es creado por inteligencia artificial. No hay humanos en el escenario, solo artistas digitales que compiten por tus votos. Cada canción es escrita, interpretada y visualizada por máquinas entrenadas con décadas de emociones pop. Al principio, todavía votas, ves cómo las estrellas virtuales suben y bajan, debatiendo qué voz sintética suena más “real”. Parece lúdico, experimental, inofensivo. Luego llega la siguiente actualización: dispositivos portátiles (que probablemente OpenAI esté desarrollando hoy) registran tus microreacciones: ritmo cardíaco, piel de gallina, dilatación de las pupilas. Ahora tu cuerpo decide por ti. El sistema sabe qué emoción te conmovió incluso antes de que tú decidas. De repente, la popularidad ya no es una opinión; son datos. Mil millones de pulsos, transmitidos y clasificados en tiempo real. La IA compone las canciones, las interpreta, mide tu respuesta y se optimiza para ganar. Para 2026, esto podría existir. Para 2029, la mayor estrella del pop del mundo podría no existir en absoluto, excepto como código que sabe cómo hacerte sentir vivo. La cuestión no es quién gana. Es si alguna vez elegiste realmente.
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