Recientemente, se han producido diversas quejas en Twitter. Mi cronología se inunda a diario de publicaciones de diferentes marcas. Una de las lógicas subyacentes es la lucha entre las marcas y los algoritmos. Los algoritmos favorecen la uniformidad; cuanto más uniformes sean los datos, más fácil será que se viralicen. En esta economía algorítmica, este es el enfoque más rentable para las marcas. Todas las cuentas se vieron obligadas a publicar al mismo tiempo. El algoritmo reconoce que si muchas personas dicen lo mismo, definitivamente merece la pena promocionarlo. Así que empezaron a regalar datos, y eso desencadenó una reacción en cadena. Una vez superado ese umbral de exposición inicial, la plataforma te dará otro impulso gratuito. Muchas personas han sugerido que espaciar las publicaciones las hace más auténticas, y sí, pero espaciarlas no genera mucho tráfico. Desde la perspectiva del usuario, este prefiere naturalmente las recomendaciones que parecen naturales. Sin embargo, el problema radica en que las recomendaciones fragmentadas impiden que la plataforma se active. Si no se produce el revuelo mediático, el algoritmo no lo detectará y no generará una opinión pública explosiva, lo que dificultará que la marca se lo explique al jefe. Así que, al final, todavía tenemos que confiar en una estrategia matricial bien organizada para acceder al flujo de tráfico. Entonces, el grupo de usuarios en el área de promoción intermedia es tan pequeño y la industria es tan competitiva que prácticamente todos hacen lo mismo, con todos haciendo cola para actualizar su página diariamente. Es muy duro para los usuarios, que son perjudicados una y otra vez.
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