Constantemente me sorprende el contraste entre la postura personal y algo ridícula de Xi, como la de un tío aburrido esperando en la estación de autobuses, y la inmensidad y coordinación de la maquinaria civilizatoria que dirige.
Creo que es una suerte para China que él sea su rostro. A este ritmo, Hajnali nunca sabrá qué les pasó.


