Personalmente creo que la escritura se puede dividir en varias etapas. La primera etapa consiste en escribir para mí mismo, una forma de organizar mis pensamientos, reflexionar sobre mi aprendizaje y dejar constancia de algunos aspectos de la vida o de mis métodos. Este proceso es independiente de los demás; se trata simplemente de escribir, sin un propósito definido, un mero ejercicio de condensar mis propias ideas. La segunda etapa consiste en escribir a otros, con la intención de transmitir información o habilidades, pero quizás centrándose todavía en el propio resultado en lugar de en las aportaciones de los demás. La tercera etapa también implica escribir para otros, pero con mayor atención a sus comentarios. Consiste en considerar cómo un lector general interpretaría el contenido, comprendería la terminología y qué le motivaría a seguir leyendo. También implica decidir si se utilizará la narración, el diseño de conflictos y la estimulación de los niveles de dopamina del lector. ¿Qué es exactamente lo que quiero transmitir y cómo debería incorporarlo de forma sutil y efectiva a mi escritura? Creo que alcanzar la tercera etapa es un proceso de cultivo. Como muchos maestros que pueden ejecutar técnicas con gran sencillez, pero no pueden transmitirlas a otros. Como dije antes, es difícil enseñar a alguien que solo comprende 100 puntos a alguien que solo comprende 40, porque hay una brecha de 60 puntos que cubrir. Pero los verdaderos maestros son aquellos que pueden condensar 100 puntos en 40 puntos de expresión, permitiendo incluso a aquellos con solo 30 puntos experimentar una sensación de asombro y admiración. En el aprendizaje, se gana a diario; en la búsqueda del Camino, se pierde a diario. El Gran Camino debe ser sencillo; quienes no pueden simplificarlo carecen de la comprensión suficiente y aún necesitan cultivarse.
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