Cuarenta años de peregrinación desde una tumba de acero descansando en la cueva donde nadie pensó en buscar. Los niños solían llevarlo a casa, a este ídolo De una época más sencilla, ahora predicador de cangrejos y estrellas de mar, ofreciendo su cansada cautela al viento:
que nada se hunda más allá de toda posibilidad de recuperación, que el mar recuerda cada deuda, que aquello que creíamos haber perdido o dejado Volverá a tocar tierra, una y otra vez.
