Los comentarios sobre los matrimonios interreligiosos me resultan graciosísimos. Algunos parecen ignorar por completo el sentido del matrimonio y lo que implica. Si no se dedican a radicalizar y persuadir a su pareja en todo, ¿qué hacen todo el día? ¿Simplemente pasan el rato?
Pues sí, NYT, no es inusual rezar por la conversión de tu cónyuge. Tampoco es raro pasar años intentando convencer a tu marido de que, en realidad, la Navidad empieza mañana y que ya vamos a poner los árboles. ¿Qué es un matrimonio sino una negociación y una disputa eternas?
