Hay una empresa que me alegra mucho que exista porque es mi única prueba de fuego para saber si alguien en San Francisco es inteligente o no.
No haré más comentarios, simplemente no sé cómo callarme.
El único privilegio que disfruto de mi cuenta de Twitter es ver a quién le gusta qué. Me quedo embobada mirando la pantalla: "Ah, jaja. Sí. Seguro que le gustaría, ¿verdad? Jaja. Sí...".